Terrible artículo de Antonio Sánchez García

Porque tuyo es el Reino, tuyo el Poder y la Gloria

Vivimos tiempos oscuros y amargos para una sociedad que ha despertado de la seducción del malvado. Pero que al hacerlo, ha abierto los cauces para la justicia y el castigo. La historia ya dio su veredicto: Chávez perdió el Poder y la Gloria. Su reino es un amasijo de corrupción y oportunismo, de maldad y vesania. Es cuestión de tiempo. Lo espera el olvido.

Todo Poder, incluso el aparentemente más consolidado, aquel de los dictadores obtenido mediante la fuerza de las armas y la sumisión total de los oponentes, se esfuma y desaparece antes que su poseedor caiga en el ocaso de los oropeles. Es evanescente. “Hecho de polvo y tiempo, el hombre dura menos que la liviana melodía”, nos recuerda Borges en uno de sus maravillosos poemas, El Tango. Eso es el Poder: una liviana melodía. Así se esfuerce por reventarnos los oídos.

"Chávez perdió el Poder y la Gloria. Su reino es un amasijo de corrupción y oportunismo, de maldad y vesania. Es cuestión de tiempo. Lo espera el olvido."

Lo que no deja de maravillarnos es que a pesar de ese hecho terrible, los hombres libren guerras apocalíptica, se esfuercen en batallas inconmensurables, desafíen los dioses y pacten con el diablo para alcanzar así sea por un instante el inefable sabor del Poder y la Gloria. Medido en vidas, a veces ligadas al estadista o al tirano por no más de una generación. Visto en la inmensidad de esta insólita aventura que es la historia, menos, muchísimo menos que un suspiro.

Lo que verdaderamente importa, en todo caso, es que la sustancia misma de que está hecho el Poder, su esencia, dura muchísimo menos de lo que aparenta. Se lo posee de verdad y permite el pleno disfrute de sus existencia cuando en un mágico abrazo de corta, muy corta duración identifica esencia y representación, forma y sustancia, ser y realidad. Perdura tanto como un instante de lucidez. Cuando unifica amor y devoción, entusiasmo y rigor, respaldo y desinterés, creencia y vocación.

A Hugo Chávez, que disfrutó de esa forma sublime del Poder, hace ya mucho tiempo que lo abandonaron los dioses. Su aparente supremacía no está hecha de consenso, del amor del pueblo, del respeto de sus semejantes. Chávez, visto desde esta forma metafísica, teológica del Poder, se sostiene en los contravalores del auténtico Poder: en el abuso, en el miedo. Incluso en el terror. Se ha quedado sin reino, sin Poder y, desde luego, sin la Gloria. Debe ser el dictador más despreciado y despreciable de nuestra historia de dictadores. No ha sido capaz de empinarse a los tobillos del peor de ellos, Juan Vicente Gómez.

El 26 de septiembre su orgullo recibió un golpe irrecuperable. Pero aún peor y más devastador para sus pretensiones de eternidad ha sido el acto de brutalidad y prepotencia con que esta asamblea, con menos poder aún que el suyo, porque es obsecuente a un tirano en desgracia, le asegura las formalidades del Poder de que necesita revestirse para no mostrarse al desnudo. Como un dictador despreciable.

Vivimos tiempos oscuros y amargos para una sociedad que ha despertado de la seducción del malvado. Pero que al hacerlo, ha abierto los cauces para la justicia y el castigo. La historia ya dio su veredicto: Chávez perdió el Poder y la Gloria. Su reino es un amasijo de corrupción y oportunismo, de maldad y vesania. Es cuestión de tiempo. Lo espera el olvido.