El hombre al que se lo comió su propio ombligo


Quiso la suerte que esa mañana el espejo le devolviese una imagen optimista.
Por alguna extraña razón se despertó con la cara afeitada y lavada, peinado
y perfumado.
Su semblante era envidiable.
Podía dar 50 vueltas carnero sin parar, que iba a sobrarle energía para una vuelta más.
Se sonrió a sí mismo, se palmeó la espalda y salió a la calle convencido
que no iba a haber transeúnte que no dejara de mirarlo.
A todo el que le hablaba le contestaba "YoYOYO y YO" y esbozaba una media sonrisa sobradora.
Sus pasos no eran pasos sinó saltitos, su desempeño fue brillante ese día...
Pero a la hora del almuerzo, no encontró ningún manjar que lo satisficiese ni que fuese digno de él.
Preocupado, masajeó su estómago hambriento...y desabrochando su camisa observó deslumbrado su perfecto físico y queriéndose dar un beso a sí mismo, le ganó el apetito y se lo devoró su propio ombligo.

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