Cómo destruir a un país
No sea tonto, utilice los mecanismos de la sociedad libre en la que vive para destruirla. Ignore sus escrúpulos de pequeño burgués, si es que le queda alguno. Recuerde que para llegar al poder, su fin, no necesita justificar los medios.
Use la libertad de prensa para promover un ambiente de confrontación que impida el compromiso entre los partidos y el alcance de soluciones de centro. Así podrá contribuir al agravamiento de la situación política hasta el punto en que usted y su partido, gracias a alguna acción aventurera, puedan venderse como salvadores de la nación. Recuerde a Hitler y a Mussolini, mientras más grave sea la situación socio-económica del país mejor políticamente para usted, así tendrán más fuerza sus promesas redentoras. Recuerde que lo importante no es la lógica, sino las emociones. Prometa una mejoría generalizada, un futuro luminoso, abundancia y prosperidad para todos, que las promesas no cuestan nada y muy pocos las van a recordar una vez que usted llegue al poder y controle el pasado.
Eso sí, mantenga en secreto sus intenciones totalitarias, sería fatal si el público se enterara de su programa político a tiempo, ello podría desatar un movimiento popular adverso a la causa. Por eso, es muy importante dejar bien claro que va a respetar las libertades públicas. No levante ronchas ni resentimientos en el camino al poder, así podrá aplastar a sus enemigos, con una “carga para matar bribones”, una vez que llegue al mismo. Aproveche la libertad de asociación y de movimiento para crear grupos paramilitares. Ello es imprescindible para intimidar al enemigo, asaltar cuarteles o promover la insurrección armada como medios alternativos de lucha, si es que no puede llegar al poder por medio de las urnas.
No importa cómo llegue a ocupar el palacio presidencial. Una vez instalado allí, empiece a gobernar a base de decretos y edictos, todos en nombre de la seguridad nacional. Suspenda partidos, cierre emisoras de radio y periódicos, encarcele a la oposición hasta que todo el país se mueva al son de una sola palabra y un solo pensamiento: el suyo. No descanse hasta que no quede resquicio de libertad económica, ya que el que es libre económicamente no puede ser doblegado políticamente, y usted debe imponer la unanimidad y la obediencia absoluta. Empiece por nacionalizar las grandes compañías extranjeras pero, eso sí, hágalo en nombre de la justicia social, la independencia y el honor de la nación, verá que el pueblo responde positivamente en medio de la confusión generalizada. Si quiere mantenerse en el poder indefinidamente, acabe de una vez con la clase media y confisque el resto de los negocios, hasta que no quede un timbiriche en manos privadas.
Ponga a toda la nación a trabajar para el Estado, pero no se olvide de pagar salarios miserables, así podrá acumular los recursos necesarios para asegurar el mantenimiento de los medios de represión y los privilegios de sus familiares y acólitos. Desate una lucha diaria y constante por la supervivencia, así muy pocos tendrán ánimos para pensar. Una nación de esclavos sicofantes es preferible a una de filósofos y criticones. Para filósofo usted, autoridad máxima de todas las reflexiones.
Cómo destruir a un país ... 2
por Roberto Lozano
Hablando de represión. Una vez en la cima del poder cree una policía secreta tipo Gestapo y llene el país de presos políticos. Torture y fusile, que cuando corra la sangre el escarmiento mantendrá a la población como ovejita en rebaño. No tiene que dar porra las veinticuatro horas del día, siempre puede dejar a un enemigo potencial sin trabajo. Es más inteligente pasar una Ley de Vagancia y después apresar a los enemigos, para poder reeducarlos en las maravillas de la nueva sociedad.
¿Recuerda a los delincuentes que usó para crear sus grupos paramilitares? De ahí mismo puede sacar los recursos humanos para sus órganos represivos. Busque a algunos retirados de otras instituciones represivas con experiencia y reclútelos para que sirvan de instructores en su país. No tiene por qué copiar todo lo que instruyan, sea creativo, invente nuevos métodos.
Una vez tenga el país bajo la bota totalitaria, declare que es su partido y no usted el organismo rector de la sociedad. Aunque después usted mismo se defeque en el partido, pero ello servirá para dar la impresión de que se vive en una sociedad institucionalizada. Como colofón, descarte la Constitución vigente, la cual usted y su partido van a ignorar de todas formas, de principio a fin. Escriba una nueva que le permita perpetuarse en el poder bajo el “imperio de la ley”, perfeccionando algo novedoso en la historia humana: Una tiranía constitucional que convierta a los ciudadanos en súbditos, una especie de regresión histórica. Pero no pierda el sueño por lo que digan sus críticos, o los historiadores en el futuro. Instálese en el trono y disfrute “las mieles del poder” hasta el fin de sus días.
Para mantener el sistema balanceado, abra las compuertas de vez en cuando. Que se marchen al exilio los disconformes (llámelos lacra social, gusanos o agentes de la CIA, como usted quiera). No tiene que hacerlos ceniza, como Hitler. De todas formas, los que se van casi siempre dejan a su familia detrás, y tendrán que enviarle dinero. Mancille, explote y humille sin compasión, que al final los mancillados, explotados y humillados tendrán que subsidiarlo, un negocio perfecto. Eso sí, esté constantemente a la caza de algún idiota o potencia extranjera que lo mantenga. Preste su suelo para lo que sea mientras no cometa el error de provocar una invasión del enemigo (recuerde a Sadam).
Finalmente, no hay nada como un seguro contra la insolvencia. Pida préstamos a todo el mundo, prometiendo pagos sin pagarle a nadie. Su deuda crecerá, pero de esa forma tendrá acceso a unos millones por aquí y otros por allá, que a través del tiempo le permitirán mantener bajo control la constante crisis de su sistema, evitando la explosión interna. Si es inteligente, esto le permitirá mantener unas cuentas en el extranjero para la paz mental de la familia.
Siga estas instrucciones al pie de la letra y tendrá garantizada una vida de dictador vitalicio. No se preocupe por lo que pase después de su muerte. Después de usted, el diluvio.
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