Soledad Bravo nació en España y junto a los padres republicanos, tuvo
que exiliarse a Venezuela en 1943. Esta condición de hija de
emigrantes con un bagaje de sueños y esperanzas dejados en su pueblo,
configuró mucho su posición frente a la vida y su vocación social que ha
manifestado en su canto y en su poesía.
Ella es cantautora por compromiso social y se entrega con pasión
para defender las causas que a su parecer son justas para una mejor
convivencia. y para la libertad.
Estudió en la Universidad
Central de Venezuela en la Facultad de Arquitectura y allí se mostró
como una gran revolucionaria con ideas izquierdistas. Sus primeras
canciones estaban impregnadas de este sentimiento en la búsqueda de
justicia social que en esa época ella creía que podía lograrse solamente
a través de un proceso socialista. Por eso simpatizó al principio con
Fidel Castro y esto la acercó a cantautores como Silvio Rodríguez y
Pablo Milanés. En Venezuela cantó con Alí Primera y se acercó a todos
aquellos artistas que profesaban, nacional e internacionalmente su credo
ideológico. Sofía Imber la descubrió y la llevó a su programa de
televisión, donde ella con su guitarra impactó de inmediato. De ahí en
adelante empezaron los éxitos y llegó a grabar hasta 40 discos e
inclusive a la caída de Franco, regresó a España y se convirtió en la
cantautora más famosa de ese proceso de transición, llegando a grabar un
disco con el poeta Rafael Alberti.
Actualmente, Soledad sigue
siendo una mujer de "compromiso", con las causas justas, pero está de
regreso como tantos intelectuales de esa época que creyeron en un
proyecto que resultó ser una utopía y es abiertamente contraria al
régimen socialista de Chávez. Sigue cantando canciones de Pablo Milanés
y Silvio Rodríguez como lo hizo recientemente para los estudiantes en
el Aula Magna de la UCV defendiendo su autonomía y para los presos
políticos que se pudren en las cárceles venezolanas sin un proceso ni
una defensa digna
Algunos dicen que el cambio que ha
experimentado en su ideología la cantautora, es debido a su matrimonio
con
Antonio Sánchez García quien estudió historia y filosofía en la
Universidad de Chile, su país de origen. En efecto, Antonio es un
hombre que ha escrito libros importantes sobre la dictadura y la
democracia y permanentemente en intervenciones radiales y televisivas,
manifiesta su rechazo a todo régimen autocrático, dictatorial y de corte
izquierdista y militarista.
Ivonne Attas.- Soledad, pasan los
años y tú sigues siendo la gran cantautora de Venezuela, capaz de
conmover a todo público, desde los de tu generación hasta los jóvenes
estudiantes que te aplauden a rabiar cuando te presentas ante ellos con
tus canciones de protesta. Lo extraño es que casi siempre estas
canciones son las mismas de la época tuya contestataria y sin embargo tú
has sabido cambiar tu discurso político con las mismas herramientas y
le has dado una vigencia que se adaptan perfectamente a los tiempos que
vivimos.
— ¿Cómo haces por ejemplo en llenar de euforia a
los que te escuchan, que no son gente de izquierda cuando le cantas
canciones de Silvio Rodríguez o Pablo Milanés?
— Soledad
Bravo.- “El cantar tiene sentido, entendimiento y razón”, como bien
dice la copla margariteña. Y si las canciones de ese cantar transmiten
un mensaje de libertad y son bellas, lo que es lo más importante,
entonces pueden desafiar la dictadura de las modas – siempre vanas y
superficiales – y trascender más allá del momento en que vieran la luz.
He sido extremadamente cuidadosa en la selección de mi repertorio.
Estuve inspirada siempre por la máxima de Violeta Parra: cantar la
diferencia que hay de lo cierto a lo falso. Amé desde siempre a los
grandes poetas – a Lorca, a Alberti, a León Felipe, a los Machado, a
Hernández, a Vallejo, a Neruda y a los clásicos, que leí acicateada por
mi padre, un maestro de escuela republicano -. Y en su momento, llevada
por el fulgor de la revolución cubana, me sentí identificada con Silvio
y Pablo: eran la más fiel expresión de los bellos anhelos
revolucionarios de nuestra generación, rompían con los moldes y esquemas
de la canción tradicional, tenían un ingrediente trovadoresco y
propuestas absolutamente revolucionarias. Las he interpretado sin otras
pretensiones que serles fiel. Resaltando su verdad. Y esa verdad aún
está vigente. La libertad es el gran anhelo de los pueblos, en todo
tiempo y lugar.
— I.A- ¿Qué ideales de tu época universitaria
cuando eras emblemática para la izquierda han sido traicionados para
que tú te devolvieras como otros tantos políticos, que están ahora en
las filas de la oposición ?
— S.B- Las revoluciones, cuando
son auténticas, expresan profundos anhelos de libertad, de justicia, de
solidaridad. De felicidad incluso. Como lo hemos experimentado en la
Venezuela que nació hace medio siglo. Esos ideales siguen vigentes. No
han sido traicionados: han sido pisoteados por una dictadura militarista
– de izquierda de los dientes para afuera, pero profundamente
reaccionaria y regresiva - que jamás creyó en ellos. Y quienes hoy la
respaldan y llevan a cabo sus atropellos, habiendo sido de izquierda,
pues o no eran de izquierda, o no creían en esos valores. O son seres
inescrupulosos y carentes de principios.
—
I.A.- Desde 1959
,Venezuela emprende el camino democrático y se vuelve un ejemplo a
seguir en América Latina, incluso se adelanta a España con el Pacto de
Punto Fijo que es previo al de La Moncloa, marcando la transición a la
muerte de Franco. Te vas y te vuelves famosa en tu país natal cantándole
esperanzas a un pueblo oprimido por tantos años de dictadura. y hasta
llegas a grabar un disco con poesía de Rafael Alberti. Todavía estabas
sumergida en la lucha por reformas sociales a través de un sistema que
resultó utópico para el mundo entero y lo demostró así la caída del muro
de Berlín. ¿Es ese el punto de encuentro de Soledad Bravo con el
camino opuesto que marcó su vida durante muchos años?
—
S.B.- La caída del muro de Berlín acabó con un régimen totalitario,
burocrático, policiaco que murió de mengua. Es el destino de los
totalitarismos: morir exangües aunque dejando tras de sí ruindad y
desolación. Jamás respaldé ese régimen. Jamás milité en partido alguno.
No fui comunista. Fui y sigo siendo una luchadora por la libertad, por
la verdad, por la decencia. Por decirlo con un término provocativo: fui
una francotiradora. Por eso fui, soy y seré eternamente opositora. El
Poder envilece. Y el Poder absoluto envilece absolutamente, como lo
demuestra este régimen corrupto y degradado, que ofende a nuestra
Venezuela. Me críe en el hogar de unos republicanos de corazón que me
enseñaron el valor inalienable de la libertad, de la independencia de
juicio, del honor. Esos valores no pierden vigencia. Quienes pierden
vigencia son los políticos y gobernantes que los traicionan. Como
quienes hoy nos desgobiernan, impulsados por una ambición ilimitada.
— I.A-Tu relación con la Nueva Trova Cubana pareciera haberse
acabado cuando tú te desligas del proyecto fidelista y sin embargo todos
de identifican aún con ella y tú sigues cantando en tus conciertos esas
canciones que conjuntamente con Violeta Parra, Chabela Vargas y
Mercedes Sosa ,te convirtieron en una de las grandes cantoras
revolucionarias de América latina. ¿Cómo se explica eso?
—
S.B- Ya he explicado las razones que me llevaron a cantar las canciones
de Silvio y Pablo y las que me llevan a seguir cantándolas. Con la misma
emoción y la misma pasión de siempre. Son posiblemente los dos más
importantes compositores latinoamericanos de los últimos cincuenta
años. Jamás estuve vinculada al proyecto fidelista y a poco andar,
cuando comprendí que el gobierno revolucionario se convertía en
dictadura unipersonal y los cubanos comenzaban a experimentar un
calvario, me distancié definitivamente de ese proceso. Un bello
despertar, el de un pueblo sacudiéndose de un dictador como Batista, se
convertía en una siniestra pesadilla: caer en brazos de un tirano como
Fidel Castro. A pesar de lo cual seguí manteniendo mi amistad con Silvio
y Pablo. Que los Castro hayan traicionado los ideales que en sus
canciones se expresa, no le resta un ápice de valor a esos ideales y a
la belleza con que fueran compuestas. Se me ha reconocido como la más
fiel intérprete de esas canciones. Eso me honra.
— I.A- Tu
voz irrepetible también empieza a incursionar en otros ritmos y vemos a
Soledad cantando desde boleros a Salsa. Era una forma de marcar tu
salida de un proceso que ya te había defraudado y allí se acababa tu
compromiso social?
—
S.B- Mi carrera no está signada
por adhesión o despegue de proceso alguno. Mi carrera es el resultado de
mis pulsiones, de mis anhelos, de mi propia aventura personal. Decidí
cantar boleros cuando sentí la necesidad vital de darle expresión a la
cultura popular que llevo en mis entrañas, asimilada en Catia, el barrio
de mi infancia en el que fui profundamente feliz. Soy caraqueña, de
origen popular: los boleros, las rancheras, la rumba corren por mis
venas como el flamenco y los cantos españoles, heredados de mis padres.
Como los galerones, las fulías, los cantos margariteños y los joropos
que admiraba de niña en un programa de Benito Quiroz. Soy todo lo que
canto. Canto todo lo que soy.
— I.A-Piensas ahora que el
cantautor en la época difícil que estamos viviendo no tiene que asumir
necesariamente un compromiso y a través de la música enviar mensajes que
lleven a la reflexión y al despertar de un pueblo a veces apático o
simplemente ingenuo?
— S.B- Que cada quien cante lo
que le parezca. No existen normas que deban ser respetadas. El canto es
expresión de la libertad de sentimientos y anhelos. E incluso, si lo que
se canta es bello, gracioso, desenfadado contribuye a la felicidad de
la gente. En cuanto a mí respecta, canto lo que expresa mi personalidad.
Soy rebelde por vocación, he sido opositora y seguiré siéndolo y no
podría cantar fuera del contexto político que me rodea. Si canto Alma
Mía, esa maravillosa canción de María Grever, o Drumi Negrita, de Eliseo
Grenet, o Son Desangrado o Caminito, que he incorporado a mi repertorio
en recuerdo de mi madre, lo hago en primer lugar porque son canciones
hermosas que expresan sentimientos verdaderos. Trato de interpretarlas
en su más prístina pureza, como si no hubieran sido cantadas nunca
antes. Y les doy el sello de una mujer venezolana, madre y abuela,
esposa y compañera, luchadora por vocación. Es un todo indisoluble:
quien canta y lo que canta. Hay canciones muy populares que la gente
adora. Si no me gustan por cursi, por tontas o por superficiales, para
mí simplemente no existen. Ya lo comenté: sólo canto la diferencia que
hay de lo cierto a lo falso.
— I.A-La Soledad Bravo de hoy es
parte de la influencia del amor de quien es su esposo y padre de su
hija, quien vino de Chile hace años y con gran inteligencia y pasión
defiende nuestro sistema democrático más que cualquier común ciudadano
que ha nacido aquí?
— S.B- Nos conocimos hace treinta
y dos años y vivimos juntos desde la noche en que nos conocimos, un 8
de febrero de 1978. Ha sido una relación plena, sin medias tintas. En el
amor, como todo en la vida, el juego es al todo o nada. De modo que no
sería la que hoy soy sin mi esposo, ni él lo que es hoy sin mí. No es
padre de mi hija, aunque un abuelo ejemplar con mis nietos. De hecho,
somos una familia, vivimos todos juntos y revueltos y llevamos una vida
muy feliz. Si bien atribulados por los desmanes y tropelías del peor
gobernante de nuestra historia. Y dedicados en cuerpo y alma a recuperar
la patria que se nos quiere arrebatar.
— I.A-En 1980 hiciste
un disco precioso con canciones sefarditas. Por qué esta atracción por
esta música triste y nostálgica a veces y dedicada a muy pocas personas
que conocen esta cultura?
— S.B.- Amo el folklore. Me crié
escuchando el romancero, que le oía cantar a mis abuelas Joaquina, la
madre de mi madre, cántabra, y Soledad, la madre de mi padre, riojana.
El romancero es la fuente común de nuestro folklore latinoamericano y
del folklore judeo español. Y además he sentido siempre particular
admiración por la tradición judía. Siempre marginada y perseguida. De
modo que era muy natural que quien ama el folklore y se pone de lado de
los perseguidos quisiera interpretar esas canciones tan hermosas,
mágicas y alegres, tristes y desenfadadas que retratan la vida de un
pueblo perdido en el tiempo y en el espacio, como aquella minoría judeo
española que debió salir al destierro hace quinientos años y
permaneciera fiel a su lengua, a su cultura y a sus tradiciones hasta el
día de hoy. Estudiarlas y cantarlas ha sido una de las más bellas
aventuras de mi vida. Pues además, cada disco es un capítulo de esa gran
aventura que ha sido nuestra vida como mujer y cantante.
—
I.A.-Te presentas nuevamente en el Anfiteatro del Hatillo en estos días y
el Este de Caracas está tapizada de afiches con tu bella cara
anunciando el espectáculo. ¿Podrías adelantarnos si traes alguna
novedad?
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